domingo, 30 de junio de 2013

Adiós.

Una vida.
Eso fue lo que pensaba haber vivido antes de conocerla, pero al verla a los ojos por primera vez supe que no había vivido ni un instante.

Un año.
Lo que dediqué a pensar como conquistarla, al finar logré convencerla de ser mía.

Un mes.
31 días desde que encontré el mensaje en su teléfono, diciéndole a una amiga suya que pretendía dejarme.

Una semana.
Es lo que la he tenido atada de pies y manos en el sótano como penitencia por su insolencia.

Un día.
Hoy precisamente, tomé la decisión.

Una hora.
Fue el tiempo que pasé azotándola.

Un minuto.
Es lo que lleva afuera el vecino, probablemente oyó los gritos me castigo causó. Debería ocuparse de sus propios asuntos, ella es mía y puedo hacerle lo que me plazca. Entrometido de mierda.

Un segundo.
Y después de eso habré causado silencio con este filo. Si quiere irse de mi lado, adelante, que se vaya en una puta caja de roble. Adiós.

miércoles, 26 de junio de 2013

La eterna espiral

La página en blanco siempre me hace angustiarme un poco, no me tranquilizo en un rato: intento ordenar mis ideas, escribo y borro. Lo hago una y otra vez, casi como un mantra tibetano, profundo y hondo. Intento combinar las letras en palabras y de ahí en oraciones, pero no, trato de hacer malabares y todo se me cae al piso, y de nuevo no tengo nada.

De pronto algo surge, una pequeña chispa que lo enciende todo y mis dedos bailan rápidamente creándote frases tras frase. Exactamente lo que quería decir. Parece que hoy navegamos a sotavento. ¿Qué mar de literatura recorreremos hoy, capitán? Pero no, avanzar es un sueño imposible y perdemos el rumbo.

Esa voz aparece siempre mientras empiezo un nuevo párrafo  Me dice que deje de lado el papel y busque otra cosa que hacer, supongo que es la voz de alguna parte de mi a la que no le gusta sentirse frustrado. No la culpo. A veces su voz no hace más que sacudirme un poco, pero de cuando en cuando causa terremotos y acabo cediendo. Creo que esta es una de esas veces. Otra página casi en blanco, otra vez que he renunciado, otra carta que no te escribo.

martes, 25 de junio de 2013

Insomnio

En los días nadie lo nota. En las noches no hay nadie allí para notarlo. Para ver que tu nombre está destinado a una lápida.

En los días eres feliz, pero en la cama llegan los miedos y las preguntas sin respuesta; hasta que con el tiempo te acabas acostumbrando al insomnio, lo guardas como un tesoro preciado. Le otorgas un aire intelectual y lo comentas con orgullo.

— ¡Adivina qué! ¡Estoy en el cuadro de honor!—

—Eso no es nada primito, yo tengo insomnio crónico. —

Suena estúpido (de hecho lo es) pero acabas dándole un lugar en el aparador a pesar de que su voz sea la que te rompe el alma lentamente. casi como una maquina de tortura que deja caer gotas de agua que con los años quiebran tu espíritu.

Decides que la mejor manera de dejar de tropezare con la piedra era empezar a caer al suelo con más estilo. Y conforme pasa el tiempo empiezas a cambiar. Dejas de ser tú y te vuelves una foto antigua de ti mismo: Gris, gastada, cansada. Una versión de ti que no puede olvidar porque no conoce más que el pasado. Una versión de ti que sabe bien que hagas lo que hagas nunca serás suficientemente bueno.

Esa versión gastada de ti decide una tarde acudir a ese bar de esquina que lleva allí mas años que tus abuelos. Pides lo mismo de siempre y el mesero va hacia la barra mientras tú piensas que ese hombre cada día está más gordo. Finges prestarle atención a un partido de futmamadas o algo así  realmente ni te interesa. Para ti es sólo una tarde cualquiera porque todas las tardes son iguales.

Alguien grita un "Gol" seco cerca de tu oído, pero ni siquiera te apetece reclamar. Has llegado al punto en el que ni siquiera te interesa fingir. La única manera es "Como sea".

Culpa a quien te haga falta, ríe con quien quieras, no tengas misericordia del castigado.
Cúlpate de todo, ríete de tu desgracia, no tengas misericordia quien se oculta en el espejo.


En la noche te recuerda que no eres ni un héroe ni un intelectual ni una mierda. Eres un cobarde y allí termina la lista.