domingo, 30 de junio de 2013

Adiós.

Una vida.
Eso fue lo que pensaba haber vivido antes de conocerla, pero al verla a los ojos por primera vez supe que no había vivido ni un instante.

Un año.
Lo que dediqué a pensar como conquistarla, al finar logré convencerla de ser mía.

Un mes.
31 días desde que encontré el mensaje en su teléfono, diciéndole a una amiga suya que pretendía dejarme.

Una semana.
Es lo que la he tenido atada de pies y manos en el sótano como penitencia por su insolencia.

Un día.
Hoy precisamente, tomé la decisión.

Una hora.
Fue el tiempo que pasé azotándola.

Un minuto.
Es lo que lleva afuera el vecino, probablemente oyó los gritos me castigo causó. Debería ocuparse de sus propios asuntos, ella es mía y puedo hacerle lo que me plazca. Entrometido de mierda.

Un segundo.
Y después de eso habré causado silencio con este filo. Si quiere irse de mi lado, adelante, que se vaya en una puta caja de roble. Adiós.

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