miércoles, 26 de junio de 2013

La eterna espiral

La página en blanco siempre me hace angustiarme un poco, no me tranquilizo en un rato: intento ordenar mis ideas, escribo y borro. Lo hago una y otra vez, casi como un mantra tibetano, profundo y hondo. Intento combinar las letras en palabras y de ahí en oraciones, pero no, trato de hacer malabares y todo se me cae al piso, y de nuevo no tengo nada.

De pronto algo surge, una pequeña chispa que lo enciende todo y mis dedos bailan rápidamente creándote frases tras frase. Exactamente lo que quería decir. Parece que hoy navegamos a sotavento. ¿Qué mar de literatura recorreremos hoy, capitán? Pero no, avanzar es un sueño imposible y perdemos el rumbo.

Esa voz aparece siempre mientras empiezo un nuevo párrafo  Me dice que deje de lado el papel y busque otra cosa que hacer, supongo que es la voz de alguna parte de mi a la que no le gusta sentirse frustrado. No la culpo. A veces su voz no hace más que sacudirme un poco, pero de cuando en cuando causa terremotos y acabo cediendo. Creo que esta es una de esas veces. Otra página casi en blanco, otra vez que he renunciado, otra carta que no te escribo.

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