viernes, 29 de mayo de 2015

Mi insomnio dice que te extraña.

Cuarenta cruces de plata
que adornan quietas la avenida.
No avecinan, ni nos llaman.
Y no hay quien les aclama.
El bullicio de siempre,
tan absorto en el sin-pensar.
Y de pronto, en un instante:
Todo cambia.

Al final solo quedan memorias y tres canciones en tu playlist.
Y... una cruda espiritual, por decirlo de cierta forma.
Porque contigo todo es gloria y momento sagrado.
No hay miedo, ni pecado.
Ni hay hielo en las cornisas.
¿Y tu pluma dónde yace?
En la más sagrada tinta: 
Y entíntame el alma.
Tu rubrica en mí.
Quémame, dulce caligrafía de tus dedos.
Cincuenta flores de cristal,
y diez más para ti.
Yo te vi y ahí estabas.
¿Que hice mal?
Dios de un cielo nublado,
responde a lo que te pido.
Lagos de negro indeleble,
que firman mi condena.

Mil millones de piedras negras
que forman este laberinto.
Tu voz, tu pelo, cada hebra.
Tu cuerpo suave: vino tinto.
¿Dónde se esconde la decencia
cuando la pasión aclama?
Mi conciencia es la que llama
y no hay nadie que conteste.
ni tu voz en mi ventana.
Pero temo que al tenerte
te deseo cada mañana.

Marca de nuevo mi piel,
grafito de tu boca
y mi cuerpo tu papel.
Y colisionan las estrellas,
tan solo para darte el fuego.
Y tan inquieta la centella,
de tus ojos, y hasta luego.
Hasta siempre, hasta el fin de lo más eterno.
Y te lo juro, ya te extraño.
Y me quedo con las ganas de abrazarte por siempre
De decirte que no temas nunca más a los corazones rotos, ni a las voces de la medianoche, ni a la mano de la muerte.


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