viernes, 5 de diciembre de 2014

Si en ti no hay miedo. En ti no hay nada, querida.
Entiende que a veces ni pienso, ni quiero, ni soy.
Discúlpame si me callo, pero dime ¿Valió la pena?
Ni contestes: Ni ese instante vales.
Pero prefiero perderlo todo si me aleja de ti.
Hasta a mí mismo me pierdo.

Pues tantas de mis palabras te pertenecieron,
y oré porque fuera mi voz grata a tus momentos.
Le oré a tu Dios para hacer mía tu mano.
Porque nunca se agotase el caudal de nuestros días.
Y te los llevaste.
Te llevaste mi voz y mis suspiros.
No los quiero de vuelta.
Porque me perdí en mí mismo, y en mí mismo me hallé.
Acepto mi parte, admito mi error.

He ahí la diferencia.

Ni siquiera te mereces un adiós.

No me duele el corazón, más bien me duele la cabeza.


No hay comentarios:

Publicar un comentario